Pues hoy después de pasarme varias horas revisándolo y reescribiéndolo aquí dejo el primer capítulo de la historia que tenía publicada en el otro blog, y a la cual llamaré provisionalmente "In The Clouds", pues aun no tengo un titulo pensado, en honor a mi antiguo blog que tenía ese nombre. Espero que si a alguien le interesa y le da por leerla me de su opinión y me comente para que pueda mejorar de aquí en adelante. Y sin más aquí os presento el primer capítulo:
Aun lo recuerdo como si fuera hoy aquel día en que mi vida cambio para siempre. El día en que me despedía del lugar donde había vivido toda mi vida para irme a vivir a ese estúpido sitio donde vivía ahora mi madre. Mi padre me había dado la noticia al inicio del verano para que tuviera el tiempo necesario de asimilar la noticia y despedirme de todo aquello que dejaba allí. No estaba totalmente en contra de los cambios pero aquello era demasiado para mi, dejar todo lo que conocía desde que tengo memoria por una nueva vida que ni siquiera despertaba en mi el más mínimo interés. El tiempo se me pasó volando, no era el necesario para todas aquellas despedidas. Miré por la ventanilla para tener una última panorámica del lugar de todos mis recuerdos. Mi hogar aunque pequeño en tamaño ocupaba un espacio muy grande en mi corazón y en mi memoria. Allí había aprendido a andar, a hablar y a soñar. Se me hacía tan duro dejarlo todo atrás. A pesar de que siempre me estaba quejando de lo monótono de la vida allí, tengo que admitir que ahora me daba cuenta de que era un sitio encantador y sobre todo lleno de aire puro y vegetación; cosa que no esperaba encontrarme en el lugar al que me dirigía fuera cual fuese. Aunque no habían querido revelarme mi destino manteniendo la sorpresa hasta el último día, cosa que por cierto me sacaba de quicio, sabía que la elección de mi madre habría sido una gran ciudad, ajetreada y llena de contaminación. Algo que no tenía nada que ver con la imagen que mis ojos observaban en este momento. Me estaba poniendo demasiado melodramática pues sabía de sobra que solo tendría que pasar el año escolar allí y en verano volvería. No obstante tenía la ligera impresión de que nada volvería a ser lo mismo.
Desde que conocí la noticia de mi marcha forzosa, estuve intentando convencer a mi padre para que no me enviase con ella permitiendo que se saliese con la suya, pero el lo único que decía era que era una custodia compartida y que tenía que recuperar el tiempo perdido con ella. En realidad mi padre, debido a su carácter tranquilo, siempre se había dejado dominar por ella y su gran habilidad persuasiva. Él era incapaz de decirle que no, más que nada porque si se negaba a una de sus sugerencias sabía que iniciaría una pelea y él era lo último que quería. Sin embargo, ella nunca se rendía hasta obtener lo que deseaba, quizás por eso tenía una carrera laboral tan brillante. Su ambición era una de las cosas que más admiraba de ella, junto con su belleza. Su arrebatadora melena azabache, sus enormes rasgados ojos verdes y su figura exuberante y esbelta, eran las armas secretas que le ayudaban a conseguir sus metas. Desgraciadamente no se podía decir lo mismo de mi, yo, como bien me habían definido muchas veces sus conocidos, era una "versión contenida" de la belleza mi propia madre. Además mi carácter como el de mi padre era tranquilo y solitario.
A pesar de la admiración que despertaba en mi, aun guardaba cierto odio en mi interior hacia su persona. A decir verdad no tenía ganas de recuperar tiempo perdido con la mujer que nos abandonó, cuando yo tan solo tenía 4 años, dejando a mi padre destrozado y confuso para irse a vivir con un francés millonario y estirado; Jean Renard, el que actualmente era mi padrastro y propietario de una de las mayores fortunas del mundo. Por mucho que Jean había intentado comprar mi cariño con regalos, yo siempre había tenido una actitud arisca hacía él, ya que en mi fuero interno lo veía como el causante de la marcha de mi madre. Para mi ya era un auténtico infierno tener que ir un mes todos los veranos a aquel horrible "chateau" en la Costa Azul. Además si no fuera poco mi estirado padrastro, también tenía que aguantar a su hija pequeña: Annie. Annie, 1 año menor que yo, era el prototipo de Barbie francesa, con su cabello rubio que le caía en graciosos tirabuzones, su tez aterciopelada, sus ojos azules y su boquita de piñón. De pequeñas teníamos una buena relación pero a medida que fuimos creciendo, se nos hizo cada vez más imposible soportarnos. Ella se había convertido en una niña mimada de papá, egocéntrica y narcisista, algo que encajaba perfectamente con su aspecto físico a decir verdad. Su carácter,tan contrario al mio, provocó que empezásemos a chocar y tener discusiones constantes por cualquier tema. Además en los últimos años, tanto ella como la panda de víboras frívolas con las que se relacionaba, me hacían la vida imposible en Francia. Si no fuera por Paul no se como habría podido sobrevivir...
Paul era el hijo mayor de Jean, el cual tan solo me llevaba unos meses, y al igual que yo no soportaba a su hermana. Paul era todo lo contrario a su hermana, tanto en aspecto como en carácter. Paul era de piel morena, cabello negro y tenía unos ojos color avellana preciosos. Músico, bromista, muy deportista y con un cierto punto de rebeldía. Siempre había pensado que si no fuera mi hermanastro sería perfecto como pareja pues encajaba totalmente conmigo. De hecho había sido mi tierno "amor" de infancia y, en una época donde en nuestros juegos infantiles yo era mi príncipe y yo su princesa, el me había dado mi "primer beso". ¡Qué recuerdos aquellos! Con el paso de los años, aunque abandonamos nuestros juegos, nuestra relación seguía siendo muy estrecha y su presencia me hacía más llevadero el tiempo que me tocaba pasar junto a mi madre. Por desgracia, últimamente Paul casi nunca estaba, pues se pasaba el verano en California de competición en competición de surf.
El panorama de la mudanza me resultaba poco halagador, pero, por si fuera poco, me tenía que mudar cuando solo faltaban unas semanas para mi decimoséptimo cumpleaños.
Pero ya no había marcha atrás, a pesar de lo mucho que había remoloneado y evitado pensar en la llegada de este día, ya estaba metida en el taxi con mi padre en dirección al aeropuerto. De repente me percaté de una cosa y es que aun no sabía a donde me dirigía.
- ¿Me vas a decir ya a donde me voy? - pregunté
- Bueno, tu madre quería que fuera una sorpresa pero.... - respondió él. Cuando pasados unos minutos vi que seguía dudando en si debía desobedecer su sugerencia, yo que ya no era capaz de esperar más le dije:
- ¡Quieres decírmelo ya! Sabes que soy muy impaciente y ya bastante paciencia he tenido con este tema.
- ¡Te vas a Los Ángeles! - respondió él, mientras me miraba con una gran sonrisa.
- ¡¿Los Ángeles?! ¿En California? ¿No será un pueblecito que tiene el mismo nombre?- chillé yo entusiasmada. No podía creerlo, estaba perpleja. Aunque no pegase mucho conmigo, siempre había querido visitar aquel lugar y le había rogado a Paul muchas veces que me llevase con él a una de sus competiciones, mas éste siempre se negaba.
- No, tranquila - respondió mi padre - son los de California a tu madre le ofrecieron un puesto de directora en una importante revista y están viviendo allí desde marzo del año pasado.
-Genial... - dije yo, con todo el entusiasmo que me había creado la idea de ir a California, perdido de golpe.
Otro puesto de directora quería decir que siempre estaría ocupada con eventos y reuniones no iba a estar casi nunca en casa lo que significaba que estaría yo sola con Annie.
- Bueno, Casa, ya llegamos a el aeropuerto y como no nos apuremos el avión hacia California despegará sin ti. - dijo mi padre, haciéndome volver a la realidad.
- Papá no me llames Casa, sabes que lo odio. - respondí yo aún sumida en mis pensamientos.
- Lo siento señorita Cassandra Cooper - dijo él con tono divertido.
- Cuanto te voy a echar de menos - dije yo entre risas
- Yo a ti también Cass.... - dijo cortando a medias la frase, conteniendo sus ganas de volver a pronunciar aquel apocope que tan poco me gustaba.
- ¡jajajaja!Ves así si que me puedes llamar...- contesté yo y esta vez él tampoco pudo contener las carcajadas.
En ese instante el potente sonido de Muse a todo volumen hizo que me sobresaltase. Era mi móvil. Cogí la llamada sin ni siquiera mirar quien me llamaba, pues casi estaba segura de saber de quien se trataba.
-¡Hola Cass! ¿Ya has llegado? ¿Cómo es el tiempo? ¿Hay muchos cachondos? - aquella excitada voz tras el auricular me confirmaba que estaba en lo cierto.
- No Lucy - respondí riendo- de hecho aun no he salido y te dejo tengo que coger un avión a California.
- ¿California? Lo sabía, mi mente me decía que ibas a irte a un sitio con chicos guapos y...
- Lucy si de verdad quieres saber como es la vida allí, primero tengo que irme de aquí y para eso evitar que el avión se vaya sin estar yo dentro - dije interrumpiéndola, sabiendo que si comenzaba a hablar podría tirarse horas.
- Vale pero me tienes que prometer que en cuanto llegues me llamarás para contarme las novedades. - dijo ella y en su voz se notaba incluso más entusiasmo que el mio.
- Te lo prometo. - respondí yo con total sinceridad.
Y después de despedirnos como es debido colgué. Lucy era casi de la familia, pues habíamos sido inseparables desde la guardería. Ella me conocía como nadie y me había ayudado a superar los malos momentos gracias a la alegría permanente que la caracterizaba. Incluso una vez me acompaño al terrible "chateau" y estaría despidiéndome en persona ahora mismo, si no se lo hubiera prohibido expresamente, con la excusa de que me haría más difícil la marcha.
Mientras yo pensaba en lo mucho que echaría de menos también a Lucy, mi padre me había arrastrado a la terminal y ahora me miraba con gesto de preocupación.
- ¿Me estás oyendo?- preguntó él.
- ¿Qué? - dije yo preguntándome que sería tan grave para que me mirase así.
- Que tu avión sale en 10 minutos corre ve a la cola de embarque yo me encargo de facturar las maletas. - dijo mientras se acercaba para abrazarme.
- ¡Adiós papá! Hasta las próximas vacaciones. - dije yo al tiempo que lo abrazaba fuertemente sin poder evitar que una lágrima rodase por mi mejilla.
-¡Adiós Casa ! Digo Cass- gritó él ya alejándose.
Definitivamente la vida sin él no iba a ser lo mismo.
Después de un agotable vuelo por fin llegue a California. Al bajar del avión, una ráfaga de aire caliente me llegó de sopetón. Miré hacia arriba y vi un cielo azul celeste que estaba cubierto de nubes. Era increíble que hiciese tanto calor a pesar de que estaba nublado.
" Por lo menos hay algo bueno " pensé a la vez que lamentaba no tener crema solar a mano. Ya que era excesivamente pálida y el mínimo roce del sol hacía daño a mi piel y sobre todo provocaba que me volviese de un color atomatado.
Me pasé unos 20 minutos recorriendo todo el aeropuerto buscando a mi madre, a mi padrastro e incluso a Annie entre toda aquella multitud pero no reconocí a ninguno de ellos. ¿Se habrían olvidado de que hoy era el día de mi llegada?
Decidí salir a mirar en el aparcamiento, cargando como podía con mis pesadas maletas, por si habían decidido no entrar y esperarme allí con el coche. Entonces echando un vistazo vi a una mujer con un cartel que tenía escrito mi nombre. Aquella mujer delgada, de estatura media y con un aspecto muy corriente, apenas destacaba entre la multitud excepto por la ropa que llevaba, que le daba un aspecto elegante en comparación con toda la acumulación de adolescentes y turistas, que deambulaban por el aeropuerto. Me acerqué a ella con curiosidad y al instante me preguntó:
- ¿Es usted la señorita Cassandra Cooper?
- Así es - respondí sorprendida de que me tratase de usted - ¿Y usted es?
- Mi nombre es Kate y soy la asistenta de su madre.- contestó ella mientras me tendía la mano.
Muy típico de mi madre mandar a su asistenta a buscarme, siempre tan ocupada que ni siquiera podía venir ella misma a recibirme...
- Ahora señorita Cassandra acompáñeme hasta el coche y no se preocupe de sus maletas ya me encargo yo - no estaba acostumbrada a tanta cortesía y servidumbre es más era algo contrario a mi, así que pese a su rotunda negación decidí ayudarle a mover mis pesadas maletas hasta el coche. Cuando nos paramos no daba crédito a lo que veía.
- ¿El coche es esa tremenda limusina que tengo delante?- dije sin poder contener mi asombro.
- Así es, el transporte personal de Annie y, desde hoy, el suyo también. Ahora espere aquí mientras voy a buscar el resto de sus pertenencias. - contestó ella con total naturalidad.
- De acuerdo. - dije aún perpleja por lo que tenía ante mis ojos.
No estaba acostumbrada a que me tratasen de usted, es mas, eso me estaba poniendo de los nervios. Pero la pobre Kate no tenía la culpa, eso seguramente eran instrucciones de mi madre o de mi padrastro. Como lo de la limusina ¿No podía venir a buscarme en un coche normal? Así lo único que haría sería que la gente se fijara más en mi, y llamar la atención no me gusta nada.
Estaba a punto de entrar en el coche para ver cual lujoso era el interior. Cuando oí una voz que se me hacía muy conocida:
- ¿Qué hace una chica como tu sola en un aeropuerto tan grande como este?
No me lo podía creer, no podía ser él, me giré para comprobarlo y allí estaba con él mismo aspecto con el que lo recordaba quizás un poco más alto y fuerte, pero exactamente igual que la última vez que había estado con él.
-¡Paul! - grité emocionada - No puede ser, pero, ¿tu no estabas en una competición?
- Si pero era muy aburrida, alguien me dijo que llegabas hoy y pensé ya habrá mas competiciones, voy a buscar a mi pequeña Cassie al aeropuerto. - dijo mientras se acercaba a donde yo estaba con una gran sonrisa.
-¿Qué te trajo mamá? - pregunté con la esperanza de que estuviera por allí y no tener que ir en aquella ostentosa limusina.
- No ¿A que no sabes quién tiene el carnet de moto?- dijo con su habitual tono de picardía.
- Oh, ¿en serio te dieron el carnet? si hasta con el triciclo eras un peligro para el trafico. - dije bromeando.
- Muy graciosa. - dijo mientras se aproximaba a mi ya con los brazos abiertos para abrazarme- Te veo muuuuy cambiada.
-Y yo a ti. - dije respondiendo a su abrazo.
La verdad es que, ahora que me fijaba, si que había cambiado bastante. Estaba muchísimo más moreno y se había cortado el pelo un poco lo que resaltaba más sus ojos, por lo que estaba guapísimo. Además parecía recién sacado de la playa, pues tan solo llevaba puesto el bañador y en su pelo aún brillaba algunas gotas de agua; esto le daba un aspecto un tanto descuidado pero perfecto como siempre. ¿Por qué tendría que ser mi hermanastro? Sumida en mis pensamientos e hipnotizada por el olor marino, que aun rezumaba todo su cuerpo, no me di cuenta de que llevaba un buen rato abrazándolo. Avergonzada por lo extraño de la situación decidí apartarme. Entonces me di cuenta de una cosa:
- Paul, mamá sabrá que no estas en la competición ¿verdad? - dije, temiendo cual sería su respuesta.
- La verdad es que eso es un tema que tenemos que aclarar ella y yo. Puede que ella piense que ahora mismo estoy a 2 horas en coche de aquí o puede que no. - contestó él confirmando mis sospechas.
- Eso quiere decir que no sabe nada de que abandonaste la competición para venirme a buscar ¿verdad? - respondí yo teniendo ya más que clara su respuesta.
- Si, pero...si no paso por casa ella no tiene porque enterarse - dijo mientras me guiñaba un ojo.
- ¿Qué quieres decir con eso? ¿Dónde piensas dormir entonces? - pregunté preocupada.
-Cassie, tranquilízate, tengo mis contactos. Te crees que no tengo ningún amigo aquí después de venir casi todos los veranos. - contestó él.
- Pues será mejor que te vayas si no quieres que mamá se entere de tu llegada porque ha mandado a su asistenta a recogerme. - dije yo casi reprochándole su actitud.
- ¿Kate? Entonces, lo mejor sera que me pire antes de que regrese o me caerá una buena bronca por su parte, además de la que luego me caerá por parte de mamá. Luego te llamo Cassie. - dijo mientras se acercaba para besarme en la mejilla.
- Vale, esperaré ansiosa tu llamada - le grité mientras ya corría hacia donde había dejado tirada su moto.
Me quede mirando mientras la moto se alejaba. La verdad es que aquella moto pegaba realmente con su actitud rebelde y libre, era el accesorio perfecto. Mientras seguía mirando hacía la carretera ahora ya vacía, me percaté de que Kate estaba delante de mi sujetando la puerta de la limusina.
- Señorita Cassandra, ya nos podemos ir, si usted lo desea. - dijo
- Por favor Kate no me trates de usted - contesté ya harta de aquel trato monárquico.
- De acuerdo seño....quiero decir Cassandra - respondió ella todavía sujetándome la puerta.
Me monté en la limusina pensando que no podía retrasar ya más ese vergonzoso viaje. Kate montó en el asiento de delante, junto al chófer, dejándome el inmenso espacio trasero, en el cual se podría celebrar una fiesta, para mi sola. Igual de ostentoso o más era el interior que el exterior. Era mucho más excesivo de lo que nunca me hubiese imaginado. Estaba lleno de lujos: un minibar, una especie de jacuzzi, una ultramoderna minicadena y, lo mejor de todo y lo único que me gustaba, unos sillones de masaje comodísimos. El viaje no fue tan malo como había pensado pues gracias a los cristales tintados nadie podía saber que yo iba ahí dentro. Durante el viaje me dedique a observar a la gente y la ciudad, por lo de ahora era tal y como me lo había imaginado. Pronto nos fuimos aproximando a Beverly Hills, que raro no haberme imaginado que mi madre elegiría el "mejor" y más pijo barrio de la ciudad. Aquello no tenía nada que ver con el resto de la ciudad. Estaba lleno de palmeras, mansiones inmensamente grandes y horteras y ricachos.
De repente la limusina se detuvo debido a un semáforo en rojo. Ese instante fue cuando lo vi a él. Era un chico rubio que aparentaba mas o menos mi edad. Estaba en la acera de enfrente y lo extraño es que parecía estar mirándome fijamente, algo que era imposible pues lo único que podría ver sería el negro de los cristales. No se porque, pero me quede mirándolo como hipnotizada y él tampoco apartó la mirada de mi ni un segundo. Entonces, un segundo chico, que parecía mayor que él, lo llamó. Pero él ni se inmuto y siguió mirándome, o al menos esa era mi impresión. El otro chico se acercó al primero y, en ese instante, fue cuando el semáforo se puso verde y la limusina arrancó. Al mirarlos curiosa por el cristal trasero, mientras me alejaba, me pareció que ahora los dos me observaban.
Bueno, como te dije le he echado un vistazo a tú blog... ;) me ha gustado mucho esta entrada!!:D
ResponderEliminarGracias! :) Es parte de una historia que escribí hace tiempo y que estoy reescribiendo y espero poder terminar esta vez.
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